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jueves, abril 23, 2009

DOLOR

Aliviada la tensión del pericardio el hombre pudo respirar mejor, una jeringa gigante le salía del pecho en el que ahora tenía un agujero pequeño pero por el que acababa de recobrar gran parte de su vida y casi todo el aire que ahora entraba y salía de sus pulmones y era transportado a los tejidos y los órganos por los glóbulos rojos.

Su cara cambió, el dolor cesó. Miró alrededor. Un hombre sujetaba una jeringa llena de sangre. Su sangre. Con todas esas cosa que después decían en los análisis. Leucocitos, plaquetas, colesterol. Y con agua. Y con alcohol. E incluso con toxinas y drogas. Con todo eso y mucho más.

Su sangre era llevada ahora no sabía a dónde. El dolor en el pecho volvió. Pero era distinto era más una herida que una presión. Era ese agujero que le había hecho vivir el que le dolía. Ese dolor que había aliviado su dolor verdadero.

Pericardiocentesis

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