Publicidad

domingo, julio 19, 2009

MIRÁNDOLA

Y, de pronto, todo era bueno y bonito y necesario y estupendo y vivible. Todo era bueno. Todo se había convertido a sus ojos en lo que debía ser, no en lo que era, o lo que antes había visto, no, en lo que debía ser, en lo que necesitaba la gente que fuera.
Todo empezó con ella. Mirándola, de repente, se dio cuenta de que le parecía más hermosa, más bella. Una sensación de bondad y de placer le invadían mirándola. Necesitaba esa sensación. Y la buscaba. Y la encontraba en ella. Mirándola.
Luego necesitó más. La miraba más de cerca. Y la tocaba. Era maravilloso el mundo. La hermosura crecía por doquier. Su corazón latía más rápido. Y sobre todo mejor. Latía como con otro ritmo. Su estómago también cambió de ritmo.
Su mismo rostro se embelleció. Su sonrisa era mucho más luminosa. Y con ella delante no se la podía borrar. A veces parecía una sonrisa de loco. Sin motivo ni razón. Una sonrisa al borde de la baba. La felicidad había entrado en su vida.
Besarla era mejor que ninguna otra cosa en el mundo. Siempre. Era su palabra. Viviremos siempre. Seremos inmortales el uno en el otro. Siempre en ti. Siempre tú. Juntos. Los dos. Como si no necesitásemos nada más. Pero viéndolo todo como lo vemos ahora. Todo bueno. Todo bello.
Su vida era luminosa. Ella iluminaba su vida como un faro. Le indicaba el camino. Dónde debía ir. Qué necesitaba. Qué no necesitaba. El tiempo no cambiaría nada. Eso deseaba. Por eso, realmente, rezaba cada noche. No porque ella se mantuviera a su lado, no sólo por eso, porque nada cambiara, porque la vida siguiera siendo como la veía.
Eso era lo maravilloso. No ella. No sólo ella. Sino lo que ella le hacía. Lo que ella le hacía ver, sentir. Aquello en lo que ella le había convertido. Eso era lo maravilloso de ella. ¿Quién podría ofrecerle lo mismo?
Tal vez no podamos vivir para siempre, pero lo intentaremos, pero trataremos de ser inmortales cada día, hasta que se acaben todo, hasta que nos den igual los días, porque todos los días sean el mismo día y así no haya distinciones y ese día infinito nos cubra. Y seamos al fin aquello para lo que estamos destinados, seamos inmortales. Tú en mí. Yo en ti.
Era el amor.

Mirándola, así fue

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Alguna vez te han dicho que resultas monotono?Mucho ha decaido este blog, erais la luz al final del tunel pero habeis terminado cayendo en el aburrimiento del DIA a DIA y realmente es una lástima.