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sábado, julio 11, 2009

SALVADOR

Siempre había tenido una vocación rara de salvador, como una sensación de que tenía que hacer cosas por los demás, que tenía que cuidarlos y alegrarlos y ocuparme de ellos, que tenía que salvarlos, de todo, de sí mismos, de los demás, de la realidad.
Era un poco un complejo de misionero que va a salvar el mundo, que va al África tropical a luchar contra la incomprensión y las guerrillas y el clima y el hambre y la historia y el tiempo y todo. Y lo hace sabiendo que hace algo importante, que tiene que hacerlo.
Yo también tenía esa sensación de tener que hacerlo, de tener que salvar a la gente, de tener que cuidarla, ocuparme de ella. Una especie de héroe, o de abnegado santo que está aquí para ayudar y nada más.
Entonces te conocí. Y debía también salvarte. Como a todos. Como a todas. Estabas rota. Poco a poco te fui recomponiendo. Recuerdo el día que empezaste a sonreír. Y el primer chiste mío del que te reíste. El corazón se me hizo grande. Estaba seguro de que llegarías a ser feliz.
Y fuiste feliz. Más feliz que ninguna. Más feliz que nunca. Y era yo el que lo hacía. No sé cómo fue que nos enamoramos. Con otras antes no me había pasado. Y habían sido muchas. De las que me enamoraba no necesitaban nada. Sobre todo no me necesitaban a mí.
Lo que yo no apreciaba eran los cambios que se producían en mí. El desinterés por cosas que antes me preocupaban. Y al revés. El enorme interés que me producían cosas absurdas y extrañas. No por cosas que tú quisieras o me indicaras. Si no cosas que yo había descubierto solo.
Empecé a dudar sobre mí y mi vida. Tal vez no fuera todo como debía ser, como yo creía que era. Tal vez eras tú la que había llegado para salvarme a mí. Tal vez. Tal vez. Empecé a sentirme inseguro, incierto. Como si no fuera el que era.
Pero no estaba triste por no ser. Era feliz y alegre. Estabas a mi lado. Te podía buscar. Y aunque no estuvieras me sentía reconfortado por ti. La verdad era evidente. Yo no había sido tu salvador. Era yo el que necesitaba ser salvado. Eras tú la que me había salvado.


Caballero andante

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