Publicidad

domingo, julio 12, 2009

MENTIRA

Todo el mundo miente. Era una frase que repetía y repetía. Porque era una verdad innegable. Pese a ser una paradoja absoluta. Pero era así. Todo el mundo miente. Él mismo mentía. Y mucho. Y a veces, incluso mentía bien. Y se ocultaba. No era la verdad. Si no la mentira lo que hacía libre.
Evidentemente la verdad hace libre de servidumbres, de prejuicios. Lleva a una libertad individual y absoluta libre de posibles dudas o prejuicios o Dios quiera qué cosas. Pero la mentira tenía una cualidad fabulosa: dejaba que te escondieras tras ella. Y como todo el mundo miente todo el mundo vivía escondido.
Así vivían todos. Unos más que otros. Los que mejor lo hacían nunca eran sorprendidos y parecía que su mentira era su vida real, su verdad, siendo, como la de todos, una mentira más gorda que la campana de un catedral.
Pero allí había otra mentira más grande. La mentira propia. Vivían mintiéndose a ellos mismos. Esa era la peor mentira. Porque no dejaba ver nada. Sólo lo que querían ver. Y vivían siendo cosas que no eran, pretendiendo cosas que no pretendían, fingiendo ser o vivir o estar.
Ella se mentía a sí misma. Decía ser feliz con su marido. Cuando la dejo descubrió la mentira que se había contado a sí misma. Y empezó, de alguna forma a ser más feliz. Pero volvió a mentirse, a construirse una falsa vida mejor que la que tenía. Ocultaba su dolor. Ofrecía su sonrisa falsa. Y esa otra mentira a sí misma acabó con ella.
La empujó por los caminos más dolorosos que nunca había visitado. Visitó la humillación. Y el dolor. Y el rencor. Y el ridículo. Todo duro y crudo. Porque no había mentira nueva que tapase lo sucedido. Porque la misma mentira, la misma vida dos veces, no cuela.
Todo el mundo miente. Esa frase es mentira. Pero no falla nunca.

Las mentiras crecen, se alimentan de sí mismas

No hay comentarios: