Seguimos de vacaciones. Todo es más o menos igual que cuando no estamos de vacaciones, sólo que tenemos más tiempo libre. Y como tenemos más tiempo libre gastamos más tiempo en gilipolleces. O lo que es lo mismo, vivimos en un fin de semana continuo sin saber en qué día vivimos, ni qué hora, ni por qué no estamos ya en la cama.
En los lugares de veraneo los bares abren todos los días hasta horas que no sé, porque como a la vuelta a casa ya no reconozco bien las horas, ni puedo mirar bien la esfera del reloj. Los bares de verano son como los de invierno, sólo que la gente no es la misma de siempre, o no parece la misma de siempre.
En realidad siempre están los mismos: el borrachín, el borracho, el muy borracho, el dormido de lo borracho que va, la borracha, la borracha fea, la fea no borracha, la guapa con cara de asco que hago yo aquí por Dios, la guapa de lejos que al acercarte es fea como la fea, las camareras simpáticas, las camareras feas, las camareras bordes, y bueno, ya sabéis, nosotros.
Y también se hace lo mismo, salir, beber, el rollo de siempre, meterse… y hablar con la gente. En realidad no es hablar con la gente, sino intentar ligar, meter mano y lo que se pueda. La gente lo intenta y los de siempre lo consiguen. El resto volvemos a casa borrachos y solos. O sólo solos. O sólo borrachos.
Pero lo mejor de los bares es sin duda la barra. La barra, ese lugar donde pedir, donde sentarse, donde quedarse a esperar, donde darle la coña al camarero, ese lugar maravilloso sin que el bar fuera un bar.
La barra, ese lugar donde al fin conseguí establecer la gran máxima de mi vida, Dadme un punto de apoyo y me apoyaré.
En los lugares de veraneo los bares abren todos los días hasta horas que no sé, porque como a la vuelta a casa ya no reconozco bien las horas, ni puedo mirar bien la esfera del reloj. Los bares de verano son como los de invierno, sólo que la gente no es la misma de siempre, o no parece la misma de siempre.
En realidad siempre están los mismos: el borrachín, el borracho, el muy borracho, el dormido de lo borracho que va, la borracha, la borracha fea, la fea no borracha, la guapa con cara de asco que hago yo aquí por Dios, la guapa de lejos que al acercarte es fea como la fea, las camareras simpáticas, las camareras feas, las camareras bordes, y bueno, ya sabéis, nosotros.
Y también se hace lo mismo, salir, beber, el rollo de siempre, meterse… y hablar con la gente. En realidad no es hablar con la gente, sino intentar ligar, meter mano y lo que se pueda. La gente lo intenta y los de siempre lo consiguen. El resto volvemos a casa borrachos y solos. O sólo solos. O sólo borrachos.
Pero lo mejor de los bares es sin duda la barra. La barra, ese lugar donde pedir, donde sentarse, donde quedarse a esperar, donde darle la coña al camarero, ese lugar maravilloso sin que el bar fuera un bar.
La barra, ese lugar donde al fin conseguí establecer la gran máxima de mi vida, Dadme un punto de apoyo y me apoyaré.
Arquímedes, dadme un punto de apoyo y moveré el mundo
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