El hombre que siempre había vivido solo (en otras épocas lo llamarían un solterón) estaba habituado a su soledad. Había, de joven y de no tan joven, tenido un gran amor que no le quiso. Y pequeños amores, de esos que son más para pasar el rato y no aburrirse y tener cosas que hacer y alguien con quien hacerlas.
Aún así, este hombre, siempre tuvo la ilusión de un gran y buen amor, de un amor que le quisiera y caminara abrazado a su talle por la calle. Uno de esos amores que habían tenido o parecía que habían tenido sus hermanos, sus amigos, el resto del mundo.
La mujer que se divorció pensó en lo pequeño que era su mundo en ese momento, que su mundo era apenas los recuerdos que de su matrimonio y de su marido guardaba, que su mundo era mínimo como los recuerdos buenos que le quedaban.
Así que puso empeño en ir reconstruyendo su vida poco a poco, en abrir y ensanchar y engrandecer su vida. Abrir los balcones del alma, del corazón, del cuerpo entero.
El hombre y la mujer coincidieron. En estos casos las gentes no suelen ya coincidir en bares y similares, ya esas cosas han ido terminando. Coincidieron en el supermercado. No os podéis imaginar la de amores que se han fraguado en las colas de los supermercados, entre latas de espárragos y botes de champú sedoso.
Hablaron un poco y después otro poco y luego otro poco más. Y se fueron juntos a tomar un café y luego unas cañas, a comer, a cenar, a pasear juntos cogidos del talle.
Y el mundo de la mujer se fue haciendo grande cogido del talle del hombre solitario, que solo como estaba veía el mundo más grande de lo que parecía, de lo que era, de lo que un día podría contar. Y juntos, en uno de esos amores otoñales tan bonitos y apasionados y comentados por los vecinos, pasaron una parte larga de su vida.
Y al separarse, tal vez por la muerte, tal vez por otras cosas, les quedaron tan buenos recuerdos, tantos paseos juntos del talle, que nunca estuvieron solos de nuevo.
1 comentario:
y es que el amor llena a veces la vida, pero al irse puede dejarla completamente vacía, aprovecharse de los recuerdos te mantiene vivo en momentos que te sentes solo.
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