Todo comenzó ya bien. A eso de las 7:30 llegan los chicos de Muchachito Bombo Infierno, nos saludamos y empiezan los ensayos. Divertisídimos ensayos. Monólogos de Jairo. Canciones completas como luego sonarán en el concierto. Ya con eso nos valía. En la cara se veía esa felicidad tan difícil de expresar y que dan este tipo de cosas: un beso inesperado, la victoria de tu equipo, la música de tu grupo.
Si la felicidad no puede definirse, que no puede, ni puede describirse, no se puede, se puede ver. Se veía en esa cara feliz que miraba como un niño pequeño, pero sabiendo, sabiendo al fin.
Luego, a las 23:30 en primera fila, delante del todo, agarrados a la valla, sujetando a los caídos de los bailes, aguantando golpes y empujones, disfrutando.
Sale el grupo, rugido de motor, Jairo canta, toca la guitarra de una manera difícil de seguir con la vista, toca el bombo, nos levanta, saltamos, cantamos, gritamos, hablamos con él desde abajo del escenario. El resto de los chicos siguen su show. Cantan, bailan, tocan las palmas, se abanican cómicamente. Héctor nos hace un gesto cómplice. Óscar nos sonríe. Casi vemos los ojos verdes del Lere.
La felicidad va llegando a su apoteosis. Cantan todas las que nos sabemos (no tiene mérito nos las sabemos todas) en el orden que quieren. La gente es felicidad. Pero ni la mitad de lo que lo fuimos nosotros, de lo que fue la mujer feliz. Bailamos y cantamos: “Mambo, mambo, mambo...” “Luna, a la de una....” El público enloquece en momentos en los que nosotros ya estábamos recuperando la cordura “Un día soñando en un sueño soñé...” A nosotros ya nos valía con “Llevamos a cabo una conversación...”
En realidad ya nos valía con lo de antes, con el ensayo, con que vinieran a nuestro pueblo, con que hubieran cantado una. El resto de las tres mil quinientas o cuatro mil personas que había por allí nos daba igual, nosotros ya teníamos lo nuestro, lo que llevábamos tanto tiempo esperando.
Después, dolor de piernas, de píes, de espalda, recuperar el resuello. Hablar con los chicos, con Óscar, con Héctor, simpáticos, tiernos, cercanos. Y aunque no lo fueran. Les estaremos siempre agradecidos por esas horas de felicidad extremada que yo no puedo contar, que yo no puedo describir ni enseñar, que yo sentí, que yo simplemente vi, más que doblada o redoblada, infinita, en sus ojos. En tus ojos.
2 comentarios:
Menudo concierto, que show, que pedazo de sonido, que de todo. Felicidad es poco!!!
ya te digo! Y ahora, a verlos a Fuenlabrada!
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