Olvidémonos de todo.
La vida realmente la configuran los pequeños detalles y son los pequeños detalles de los que realmente nos encaprichamos, de los que acabamos enamorándonos.
Esos pequeños detalles hacen que empecemos a amar una mujer, luego esos detalles tal vez se acaban o se agrandan y todo acaba en algo más. Podemos enamorarnos de una diadema (incluso más de una vez), o de una curva exacta en unos vaqueros o de la longitud exacta de una melena.
Hablo, no obstante, de ese otro amor, del amor instantáneo que se resuelve en deseo, bien insatisfecho en los machos omega, bien satisfecho en los alfa y en los beta. Igual en las mujeres, por cierto.
Y son esos pequeños detalles los que no conducen por un lado u otro de la vida: elegir una carrera, encontrar un trabajo, toparse, de repente que un grupo de gente que se convierte, por un detalle ínfimo y pequeño en necesaria e imprescindible en tu vida.
Son pequeños, mínimos detalles los que no van empujando. Es muchas veces azar (siempre azar según Pedro Salinas que escribió un libro llamado así Seguro Azar). Y ese azar puede llevarte a la felicidad o a la tristeza de una vida convencional. Como en La Vida en un Hilo, la mejor comedia del cine español, escrita y dirigida hace ya tanto por Edgar Neville.
¿A qué viene todo esto? A que quiero olvidarme de todo. A que no quiero saber nada de nada. A que quiero fijarme en pequeños detalles. Y no saber nada hasta que todo se acabe.
Mientras tanto, fijémonos en los detalles pequeños y básicos. Y que pase lo que tenga que pasar.
2 comentarios:
Si Rubén, PODEMOS, y aunque quieras olvidarte mucha gente ya ve a España ganadora, y para ti eso es gafarlo. Sigue fijándote en los pequeños detalles, o llamémoslo los tres goles de anoche.
Pues sí
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