Ana le ha pedido a Laura que le cuente como se conocieron ella y Rubén. A Laura no le ha hecho mucha gracia la petición, porque Rubén es, ahora mismo, un elemento irritante en su vida, así que le ha dicho que no a Ana, que ya conoce de sobra esa historia. Ana quería que se la contara porque ahora que ella empieza con un hombre quería ver si las cosas les irían como a ellos dos. Pero aún así Laura ha dicho que no tiene ganas de hacerlo.
Y realmente Laura no tiene ganas de hacerlo, no tiene ganas de contar nada, nada de Rubén, tiene cierto misterioso, incluso para ella, afán de eliminarlo de su vida, de hacer que no está, ni ha estado, ni estará.
Es un sentimiento adolescente. La misma Laura se da cuenta de que tiene ahora mismo cosas de adolescente. De que a veces se le escapan tonterías. O de que hace cosas estúpidas. O de que escribe en un cuaderno dos nombres que se repiten.
Laura no lo dice tampoco, pero ella sí lo sabe y lo tiene asumido. Lo que Rubén no se atreve a pensar es en ella un pensamiento fuerte que ella tiene incluso por consciente, tiene por creado por motivos y razones, tiene por necesario y por suyo.
Pero no lo dice. Ni lo dirá. No es el momento. No puede decírselo a nadie. Aunque hay quien ya lo sabe. Y busca artimañas para que eso pase, o para que vuelva lo de antes, o para algo.
El pasado, para eso, es cómodo. Porque tiene todas las facultades de la felicidad. Porque es cálido, y como es pasado, no volverá. Y porque se adorna. Y todo eso lo tenía el pasado de Laura, y de cierta forma, aún lo tiene. Quizá por eso no quiere volver a contar la historia de su pasado, de su amor pasado. Aunque no puede evitar recordarlo.
Y realmente Laura no tiene ganas de hacerlo, no tiene ganas de contar nada, nada de Rubén, tiene cierto misterioso, incluso para ella, afán de eliminarlo de su vida, de hacer que no está, ni ha estado, ni estará.
Es un sentimiento adolescente. La misma Laura se da cuenta de que tiene ahora mismo cosas de adolescente. De que a veces se le escapan tonterías. O de que hace cosas estúpidas. O de que escribe en un cuaderno dos nombres que se repiten.
Laura no lo dice tampoco, pero ella sí lo sabe y lo tiene asumido. Lo que Rubén no se atreve a pensar es en ella un pensamiento fuerte que ella tiene incluso por consciente, tiene por creado por motivos y razones, tiene por necesario y por suyo.
Pero no lo dice. Ni lo dirá. No es el momento. No puede decírselo a nadie. Aunque hay quien ya lo sabe. Y busca artimañas para que eso pase, o para que vuelva lo de antes, o para algo.
El pasado, para eso, es cómodo. Porque tiene todas las facultades de la felicidad. Porque es cálido, y como es pasado, no volverá. Y porque se adorna. Y todo eso lo tenía el pasado de Laura, y de cierta forma, aún lo tiene. Quizá por eso no quiere volver a contar la historia de su pasado, de su amor pasado. Aunque no puede evitar recordarlo.
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