En los últimos días cuando íbamos a los bares siempre veíamos allí a un tipo sobrio. No más sobrio que los demás sino totalmente sobrio. Y no era el camarero. Este tipo, soso, rancio, feo, vestido incongruentemente, empezó a aparecérsenos por todas partes.
Fuéramos donde fuéramos allí estaba él. Empezó a mosquearnos. Empezó a preocuparnos. ¿Qué quería este tipo? ¿A qué se dedicaba? ¿Nos seguía? Y si lo hacía ¿por qué nos seguía? Felipe empezó a abandonar alguna de sus aficiones. Todas las prohibidas. No fuera a ser que…
Amanda, como es presumida, pensaba que estaba allí por él. Lila, que es menos presumida, empezó a creer que era policía. Y con eso nos quedamos. Era el policía. En todas partes estaba. En todas partes lo veíamos. En cualquier sitio estaba vigilante.
Un día, alguien se acercó a mi oreja y me dijo: ¡arriba las manos! Yo subí las manos. Ya sabía quién era. Era nuestro amigo. Al fin me había pillado. No sabía por qué pero me había pillado. Pero no, era Felipe que es un mamón y le gusta hacer la gracia.
Un día le vi hablando con una rubia que siempre andaba por aquí y con la que yo había estado timándome varios días. Al otro día les vi besándose. Al otro besándose más. Desaparecieron. Volvieron a aparecer el día de su boda. No era un policía. Era un enamorado. ¡Qué decepción!
Fuéramos donde fuéramos allí estaba él. Empezó a mosquearnos. Empezó a preocuparnos. ¿Qué quería este tipo? ¿A qué se dedicaba? ¿Nos seguía? Y si lo hacía ¿por qué nos seguía? Felipe empezó a abandonar alguna de sus aficiones. Todas las prohibidas. No fuera a ser que…
Amanda, como es presumida, pensaba que estaba allí por él. Lila, que es menos presumida, empezó a creer que era policía. Y con eso nos quedamos. Era el policía. En todas partes estaba. En todas partes lo veíamos. En cualquier sitio estaba vigilante.
Un día, alguien se acercó a mi oreja y me dijo: ¡arriba las manos! Yo subí las manos. Ya sabía quién era. Era nuestro amigo. Al fin me había pillado. No sabía por qué pero me había pillado. Pero no, era Felipe que es un mamón y le gusta hacer la gracia.
Un día le vi hablando con una rubia que siempre andaba por aquí y con la que yo había estado timándome varios días. Al otro día les vi besándose. Al otro besándose más. Desaparecieron. Volvieron a aparecer el día de su boda. No era un policía. Era un enamorado. ¡Qué decepción!
2 comentarios:
Je, je, je Esos altos no queiro ni verlos!
menuda horriplante mafia.
hay que comprar armamento ruso cuanto antes.
Un abrazo!
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