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jueves, octubre 16, 2014

FINALES SIN FIN


Algo fundamental que aporta la ficción a la vida humana son los finales. La vida es un continuo donde no hay un final o una sensación de final. Las cosas se acaban normalmente sin un climax, simplemente terminan o poco a poco se apagan. La ficción ofrece sin embargo la perfección de los finales y de las explicaciones.

De hecho no hay nada tan perturbador en una ficción como que el final no sea cerrado o no termine o no dé las suficientes explicaciones, dejando al espectador, al menos a la mayoría de ellos, sumidos en cavilaciones y en respuestas que ha de dar él mismo.

El final de Los Soprano, después de tanto tiempo, sigue produciendo ese efecto de desasosiego entre los que lo ven. ¿Qué ha sucedido con Toni y su familia? ¿Van a ser objeto de un atentado? ¿Ha muerto Toni antes y lo que se ve es su sensación del cielo? ¿Significa que la vida normal es la que se impone al final?

Pero, ¿realmente importa ese final? Sopesando todo lo que las ficciones ofrecen antes y después de que este se produzca, no, no debería importar demasiado si tiene o no un final y cómo se desarrolle este, pero aún así lo ansiamos y deseamos no sólo que se produzca, sino también que de explicaciones a todas las interrogantes e historias que había abierto esa ficción.

Los finales abiertos, los finales sin final no terminan de enganchar al espectador y eso remite a nuestra necesidad de que todo tenga un final y este lo explique todo o a la costumbre cultural de que todo tenga ese final, de que todo termine. Y es difícil que el público se acostumbre a no tenerlo, ya que tantas y tantas veces en la vida ese final no se produce y todo se queda abierto, sin respuesta, sin final.


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