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viernes, marzo 06, 2009

LAS VIDAS DE CRISTINA, tres

De todas las vidas de Cristina la más sonriente era la más infantil. Su vida más tierna y divertida, su vida más antigua y querida, la que la había acompañado siempre, desde siempre y la que todavía la acompañaba.
Gustaba de aparecer como una persona madura, dura, hecha. Parecía, a veces, mayor de lo que era. Más vivida. Y su gesto era duro. Era fuerte. Una mujer dura y fuerte. Puro susto para los hombres.
Pero en su otra mitad habitaba un lado infantil, inmaduro y tierno que no siempre podía esconder, evitar. Coleccionando cachivaches, haciendo posturas tontas en las poses de las fotos, llevando tras de sí un coloreado sonido a cascabeles.
Este lado infantil, tan tierno y jabonoso como una pompa de jabón, trastornaba su mirada sobre la realidad. Cuando, asomada en ese lado, miraba las cosas, todo parecía mejor, más colorido, más bonito. Veía un mundo tornasolado de hermosos colores, como los pétalos de mil flores llovidos sobre el suelo.
La realidad, por eso, a veces le devolvía toda su crudeza, toda su gama de grises, negros, blancos y bellos colores. La realidad le daba duro y fuerte. Más fuerte que a los demás, pues ella la había configurado a su manera y ahora se revolvía contra ella, mostrando dos cosas: la realidad y el error de la mirada.
Y sus ojos se volvían entonces tristes. Y su mirada tardaba un tiempo largo en volver a ser la que era. A tener, a veces, ese matiz infantil. Ese matiz hermoso que volvía las cosas hermosas. Y las palabras tontas y niñas.
De todas las vidas de Cristina la más sonriente era la más infantil. Y de todos sus ojos, los infantiles eran los más brillantes. Y de todas sus palabras las infantiles, cuando las decía, eran las más tontas, las que más tiempo tardaban en entender.

Infantil, tierno

2 comentarios:

Unknown dijo...

hakuna matata y punto!

Noelia A dijo...

Todos tenenos un niño dentro que, de alguna manera, reprimimos. Es bueno dejarlo salir de vez en cuando.
Saludos