Cuando uno es niño se acostumbra a ver a las niñas como algo distinto. No se manchan, no juegan al balón, mean agachadas y juegan con muñequitas juegos muy tranquilos en los que no se corre ni se empuja ni se nada.
De ahí en adelante el desconcierto crece y, por más que vayamos aportando experiencias, conocimientos e ideas propias y ajenas, muchas veces resulta que ese ser humano con pechos y útero que tenemos al lado es en realidad una incógnita para nosotros.
No soy partidario de la misoginia. Aunque creo que no lo va a parecer. Estoy bastante de acuerdo con Javier Marías y su artículo “Desalmadas de pensamiento” (del libro Pasiones Pasadas). En este artículo el autor teoriza sobre la mujer y su comparación con el hombre. Su principal conclusión es que la mujer es un ser desalmado de pensamiento, ya que es capaz de aplazar sus deseos a pesar de desearlos profundamente.
Eso, y otras cosas, es tema de discusión en los corrillos que frecuento. Eso y otras cosas. Como su capacidad para manipular. Su capacidad para mantener el control. Su inseguridad. Su capacidad para hacer sufrir. Y otras capacidades que tal vez sean peores que estas.
En general las mujeres son estupendas: son más hermosas, más suaves (aunque ahora con la fotodepilación láser y la metrosexualidad…) y más agradables. Para contrastar manejan el sexo y con él a los hombres. Y los que no se someten o no les dejan someterse o afirman no someterse (véase el Macho Alfa) son tratados de raros, aficionados al arte de Onán o visitadores de Casas de Mala Nota.
Evidentemente se ha producido una revolución imparable en el seno de las mujeres que a los hombres nos ha cogido desprevenidos. Y a los que no nos coge desprevenidos nos coge despistados por otras cosas que no vienen al caso. Han tomado el control, pero no como antes, si no de forma pública y notoria. Y a más de uno le están jodiendo. Y así es cada vez más fácil ver a chavales (chavales pero ya con pelos en esa parte) haciendo el ridículo espantosamente ante una mujer que no le hace ni caso. (No nos avergoncemos, todos lo hemos hecho).
¿Son las mujeres mejores? No lo creo. ¿Son peores? Son más malas (según ellas mismas, a mí no me parecen mucho más malas que nosotros o que algunos de nosotros), pero no peores. ¿Nos controlan? Sin duda. Y los que no entran en el juego es porque no pueden (yo) o porque no quieren (¿Macho Alfa?) o lo hacen sin hacerlo (aquí no tengo ejemplo). ¿Nos han ganado? Sí, y lo harán siempre.
Bien, llegados a este punto este post debería llegar a una conclusión, pero me he hecho un lío y ahora temo ser linchado, malinterpretado y expulsado del mundo del placer (expulsado cuando llegue, claro). Así que no habrá conclusión. Aunque espero que haya continuación. Tengo que seguir pensando sobre el tema y ver qué se me ocurre. O que se le ocurre a los demás, que son mi principal fuente de inspiración.
De ahí en adelante el desconcierto crece y, por más que vayamos aportando experiencias, conocimientos e ideas propias y ajenas, muchas veces resulta que ese ser humano con pechos y útero que tenemos al lado es en realidad una incógnita para nosotros.
No soy partidario de la misoginia. Aunque creo que no lo va a parecer. Estoy bastante de acuerdo con Javier Marías y su artículo “Desalmadas de pensamiento” (del libro Pasiones Pasadas). En este artículo el autor teoriza sobre la mujer y su comparación con el hombre. Su principal conclusión es que la mujer es un ser desalmado de pensamiento, ya que es capaz de aplazar sus deseos a pesar de desearlos profundamente.
Eso, y otras cosas, es tema de discusión en los corrillos que frecuento. Eso y otras cosas. Como su capacidad para manipular. Su capacidad para mantener el control. Su inseguridad. Su capacidad para hacer sufrir. Y otras capacidades que tal vez sean peores que estas.
En general las mujeres son estupendas: son más hermosas, más suaves (aunque ahora con la fotodepilación láser y la metrosexualidad…) y más agradables. Para contrastar manejan el sexo y con él a los hombres. Y los que no se someten o no les dejan someterse o afirman no someterse (véase el Macho Alfa) son tratados de raros, aficionados al arte de Onán o visitadores de Casas de Mala Nota.
Evidentemente se ha producido una revolución imparable en el seno de las mujeres que a los hombres nos ha cogido desprevenidos. Y a los que no nos coge desprevenidos nos coge despistados por otras cosas que no vienen al caso. Han tomado el control, pero no como antes, si no de forma pública y notoria. Y a más de uno le están jodiendo. Y así es cada vez más fácil ver a chavales (chavales pero ya con pelos en esa parte) haciendo el ridículo espantosamente ante una mujer que no le hace ni caso. (No nos avergoncemos, todos lo hemos hecho).
¿Son las mujeres mejores? No lo creo. ¿Son peores? Son más malas (según ellas mismas, a mí no me parecen mucho más malas que nosotros o que algunos de nosotros), pero no peores. ¿Nos controlan? Sin duda. Y los que no entran en el juego es porque no pueden (yo) o porque no quieren (¿Macho Alfa?) o lo hacen sin hacerlo (aquí no tengo ejemplo). ¿Nos han ganado? Sí, y lo harán siempre.
Bien, llegados a este punto este post debería llegar a una conclusión, pero me he hecho un lío y ahora temo ser linchado, malinterpretado y expulsado del mundo del placer (expulsado cuando llegue, claro). Así que no habrá conclusión. Aunque espero que haya continuación. Tengo que seguir pensando sobre el tema y ver qué se me ocurre. O que se le ocurre a los demás, que son mi principal fuente de inspiración.
Portada del libro Pasiones Pasadas
1 comentario:
¡Qué bueno! Muy bien redactado y excelente planteamiento. me he partido la caja
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