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jueves, marzo 26, 2015

LOS CUADERNOS DE FLAUBERT


El perfeccionismo es muchas veces el mal del artista. Muchos creadores se han pasado la vida perfeccionando sus creaciones, en algunas ocasiones una única creación. Y ejemplos hay en casi todas las artes, desde la escultura hasta el cine, desde la escritura hasta la pintura.

Juan Ramón Jiménez, ya lo deciamos ayer, fue uno de eso perfeccionistas que se pasó la vida cambiando y cambiando, corrgiendo, tanto, que en muchos casos no pudo profundizar en lo demás que hacía, no pudo ampliar su, por otra parte muy basta obra.

Otro de esos perfeccionistas fue Flaubert. El autor de Madame Bovary gustaba de que su obra fuera formalmente perfecta, que le gustase y le convenciese. Y eso es siempre lo más difícil, que el autor se convenza a sí mismo.

Madame Bovary ya se aleja un poco de los tópicos realistas. Esa preocupación formal de Flaubert la aleja de otras novelas de la época, más preocupadas por el realismo, por la verosímilitud e incluso por el naturalismo, la protesta y por qué no decirlo, la sordidez. Flaubert introduce mucho de poesía, de lirismo en su obra y eso se percibe al leer la obra, muy distinta de las de Zola o Balzac.

Pero ese afán poético y perfeccionista le viene de lejos al autor francés. Desde joven llevaba diarios en los que escribía, tachaba y aprendía a ser escritor contando mucho de lo que veía. Esos documentos son casi un curso de cómo escribir, de cómo aprender y seleccionar y perfeccionar y contar y narrar.

Esos Cuadernos los publica estos días Páginas de Espuma como un testimonio del proceso de conversión de Falubert en escritor y también del proceso de escritura del autor. Un documento único que también puede leerse como un diario e incluso como un manual para escribir. Algo, en fin, que nos acerca a la escritura y al escritor por partes iguales. 


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