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lunes, abril 18, 2011

COMO CADA PRIMAVERA


Me desperté con la extraña sensación de que algo no iba bien. No me refería a mi zumbido característico del oído izquierdo, ni al enrojecimiento de mi zona cervical. Era otra cosa. Y no iba nada, nada bien. Después de mi media hora habitual en el cuarto de baño, salí por fin listo a dominar la ciudad. O el mundo lo que me viniera más a mano.
Pero esa sensación seguía ahí. Algo no iba bien. Lo noté al ponerme los pantalones. Era eso. Evidentemente. Como cada primavera. Como cada dos o tres meses. Noté además la característica aceleración del corazón. El calor en la zona pectoral. El calor en las mejillas. Total, que estaba hecho un asco.
Decidido a acabar con aquello y ante la ausencia de mi mujer me tomé la libertad de encender el ordenador y abrir un par de páginas. Como las habituales no acababan de saciarme, abrí las de contactos. Se anunciaban allí tantas cosas, tan buenas y tan variadas que no me decidí. Y cuando me di cuenta se me había pasado el malestar y las ganas de todo. Pero tenía un par de números de teléfono.



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