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domingo, agosto 18, 2013

EMILIO CARRERE EN EL REINO DE LA CALDERILLA

En el Madrid de principios del siglo XX abundaba una bohemia descarada y pobretona que hacía su vida en los cafés que se establecían en torno a la Puerta del Sol. Aún no existía la Gran Vía, y detrás de la plaza madrileña había un laberinto de calles y callejones donde los escritores, más o menos escritores, pasaban sus días intentando sobrevivir.

Sentados en uno de esos cafés, intentando juntar lo necesario para un café con media tostada con la que pasar el día, escribían o pensaban la forma de dar un sablazo a alguien con posibles. Entre esa fauna destaca Emilio Carrere, poeta modernista, escritor de misterio y sobre todo vividor y caradura.

Carrere era uno de los clásicos de lo que él mismo cuenta en su libro El reino de la Calderilla. Una bohemia pobretona que hacía lo que podía para vivir sin trabajar y que trataba de escribir y colocar sus obras por los diarios y las imprentas. Se juntaban en grupos, y tenían sus odios y sus amores, sus amistades y sus odios.

Sobrevivían a base de sablazos. Siempre había algún rico con buen corazón y poca sesera que acababa por darles algo, por reconocer su talento. Carrere firmó un contrato para una novela que nunca entregaba. Se pasaba el día en los billares del centro de Madrid, así que su editor contrató a Jesús de Aragón para que acabara la novela que Carrere no le entregaba. Fue su mayor éxito. Una obra que no escribió él, pero que cobró íntegramente, La torre de los siete jorobados.

Poeta modernista, su poesía ha sido reeditada hace poco. Colorista y expresiva, está escrita en los veladores de los cafés, en los asientos de peluche al lado de pequeños faroles de gas que alumbraban el tenebroso interior de los cafés por la noche. Mucho mejor que pasar la noche con la familia y los hijos, que los tenía Carrere.

Además de plasmar esa bohemia loca y caradura en El Reino de la Calderilla, también escribió cuentos góticos como La casa de la cruz o novelas de aventuras como La Calavera de Atahualpa. La editorial Valdemar, a la que agredecemos su labor y a la que animamos a seguir y a publicar también la obra de Jesús de Aragón, ha ido recuperando casi toda su producción literaria en los últimos años. Sobre su vida, su gran obra y aventura, cabría una gran novela, una gran película. Pero ese Madrid finisecular era un escenario viviente, donde cada personaje podría ser el protagonista de su propia novela.





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