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miércoles, noviembre 21, 2007

JORDÁN

Es el nombre de un poema inédito de nuestro gran amigo David González, quien lo ha cedido al blog de Creatura (y por ende al fanzine) para su publicación. Si queréis saber más de él, de su poesía y de su forma de entender la vida, no dudéis en visitar el blog "Yo no quiero ir al cielo", del que tenéis un enlace justo a vuestra izquierda.

Muchas gracias David por tu apoyo, y desde aquí, tal y como tú dirías, un abrazo fuerte y solidario.

JORDÁN

La noche de la vigilia,
dentro de su negocio, un bareto, el bar Tánger,
sobre mesas de plástico y manteles de papel,
con la serpiente de pitón albina controlando la puerta,
Hamid, inmigrante del Magreb, y su familia
comparten con nosotros
su carne
y
su sangre.

Los cubiertos son inofensivos, como los de la cárcel*

Hamid irradia felicidad. Motivos tiene. El primero,
y
más importante sin duda, es que su primogénito,
Jordán,
que se había ido a vivir con una tribu de gitanos,
ha regresado a casa, con él.
De su paso por aquella cultura errante
Jordán solo conservaba ya
un grueso anillo de oro que llevaba grabada
la máscara mortuoria de un faraón egipcio.

Había vuelto a casa,
Jordán,
pero no por mucho tiempo, no para quedarse:
dentro de unos días, a primeros de enero,
se incorporaba a las filas del ejército español.


La noche de la vigilia,
Soledad, de lo nerviosa y azotada que está,
parece un saco con lagartijas.
Vive aquí en el barrio, aquí al lado, y oculta en su casa
a un hijo suyo que se ha convertido en desertor
de ese mismo ejército con el que
Jordán
acaba de firmar un contrato de tres años,
y
por el que ya han venido preguntando varias veces.

Soledad es de mi tiempo, dos años mayor creo.
Sole fue punki, una de las primeras.
La Sole está mal, muy mal, el hígado, cirrosis…Pero
de momento le sonríe al objetivo de mi cámara digital
y
brinda con los demás, con todos, con vino blanco, Albariño,
por algo
que ni ella ni yo conservamos ya.


La noche de la vigilia,
a mi derecha se sienta un moro, y a mi izquierda
Ángeles, y a su lado, presidiendo la mesa,
una mujer de casi ochenta años, diabética como yo,
que me confiesa en un aparte
que ha dejado pasar la mayor parte de su vida,
toda su vida en realidad, hasta que enviudó,
soportando a un hombre, putero para más señas,
al que -y esto lo hace todo más triste si cabe-
nunca había querido.

¿Por qué no le abandonaste?, le pregunto. ¿Por los hijos?

No, por los hijos no, se sincera, no fue por ellos.

Por qué entonces.

Porque no tenía a donde ir.

Además de no tener adonde ir,
de cuatro hijos que le había hecho aquel punto,
dos la habían palmado por causa del SIDA
y
con los otros dos, esta misma noche, me pongo ciego de
nieve,
aún sabiendo, como sé, porque lo sé, que mañana,

Navidad,

sangraré por la nariz.

Sangraría lo mismo.

Sangraría igual.

*De plástico.

David González

3 comentarios:

Creatura dijo...

Para todos aquellos que queráis saber el porqué de la estructura del poema, visitad "El amigo de lo adverso", blog de críticas de David González, y donde averiguareis el sentido de esas "y" separadas del resto de versos.

Yo lo calificaría de escalofriante como poco ¿Y vosotros?

(Para visitar "El amigo de lo adverso" pinchad el link que aparece en "Blogs y demás coleguillas")

Kebran dijo...

que voy a decir yo de DAVID creaturas si es mi hermano.
el kebran

Javier Das dijo...

Pedazo de poema que tuve el privilegio de escuchar en la última lectura en Sevilla.