Sudan y mienten. Sonríen. Ponen una cámara ante sí mismos. Ya no les basta el espejo. Y sus conversaciones estúpidas se vuelcan en la realidad y la imponen a todos los oídos, quieran o no escucharlas. No se puede escapar a la estupidez.
Mientras la ciudad sigue su curso. No hace caso del todo a los gritos. Son sólo la noticia de la semana. La de esta hora. Y sigue todo inmerso en las dudas de las adolescentes. En los dolores de los solitarios. En el peligro de la realidad y su deseo. Un río que no cesa y que crece y crece. Nada acabará en la ciudad agitada, porque nada empezó. Todo fue siempre así. Y las adolescentes llorarán porque es su trabajo, es su destino, es su realidad. Y los hombres las harán llorar. Porque para eso están. ¿Qué puedo hacer yo excepto mirar y comprender?
Se acrecienta la estupidez en la ciudad agitada. Te busco en todas partes. Sigo un rastro que no existe. Un recuerdo que voy olvidando. Un amor que ya no conozco.
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