Le gusta los días que lleva falda. Son pocos. Y sus formas están menos marcadas. Pero le gusta los días que lleva falda. Parece que el ruido de sus tacones resuenan más. Ella pasa rápido y el vuelo de su falda le da un aire de pájaro o de ráfaga de viento. La ve venir desde lejos, le gustaría que la falda volara tanto que le diera a su paso. Pero ella pasa como esa ráfaga de viento imaginado. Y sólo queda el eco de los tacones y, por un instante, el recuerdo de su perfume. En casa él espera que llegué su mujer, que hoy también lleva falda.
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